Regresar siempre es un proceso difícil, regresar es un hecho complejo. Para regresar a un lugar se hace necesario haberlo ocupado o habitado anteriormente, algo tan sencillo es inmensamente difícil para nosotros los desarraigados. Los patriotas son gente insulsa, de mente reducida y de una ingenuidad que se superpone a la estupidez.
El desarraigado que pueda usar su mente, ya sea un expatriado, desplazado, refugiado, expulsado o simplemente un ser intersticial, se hallará de forma necesaria remitido a su propia soledad y desarraigo, a su no pertenencia al mundo de los hombres. El que ya no pertenece nunca puede regresar porque el desarraigo es un camino de una sola vía. Abrir los ojos y despertar al mundo al que no perteneces es algo que no puede deshacerse, es la catástrofe de la lucidez.
Suele decirse que la felicidad es la patria exclusiva de los ignorantes, que al hombre sabio le está vedado el camino a dicho reino porque el conocimiento se halla indisolublemente ligado al dolor y el sufrimiento.
Asevero aquí que no solo la felicidad es una patria vedada para el hombre sediento de conocimiento que ha empezado a beber del río inagotable del saber, sino que toda patria, todo hogar y reposo duradero le estará siempre vedado. Porque a aquél que siente la sed insaciable por el saber no se encontrará en paz sino cuando pueda saciar ese deseo, y si huye del mundo para encontrar la tranquilidad tendrá entonces que vérselas consigo mismo.